23 abril 2007

Bergoglio Referente

Extraído de la NACIÓN del domingo 22 de abril de 2007

La escena electoral

Bergoglio, el adversario más temido

Por José María Poirier Para LA NACION


Antes de dejar planteados algunos interrogantes, convengamos en determinados datos. En primer lugar, lo que realmente piensa el cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, está signado por la reserva. La discreción, el silencio y la oportunidad política de sus calibradas y parcas palabras constituyen su fuerza y su secreto. Como escribía el poeta Francisco Luis Bernárdez en su estupendo soneto “El silencio”, también para Bergoglio éste es su escudo “y al mismo tiempo tu perfecta espada”.
Este jesuita que todavía suscita polémicas en la Compañía de Jesús, filialmente amado y admirado por su clero, cercano a los pobres y a los que sufren, que se mueve siempre a pie o en transporte público y que vive con severa austeridad, sobresale más como mente“política” en su sentido más amplio, que como intelectual. Su habilidad en el terreno social y de las relaciones humanas sería la envidia de cualquier dirigente político.
Pero ¿qué política ejerce el Cardenal? ¿Qué busca? ¿Qué pretende? ¿Por qué su empecinamiento, según dicen muchos, con el presidente Néstor Kirchner? De demostrarse cierto esto último, estarían frente a frente dos personalidades complejas. La de un primer mandatario que acaso esconde su debilidad en la sobreactuación del poder y la de un clérigo que esconde su poder en la modestia de su imperturbabilidad. Hablar de “armados políticos” de Bergoglio o de presuntas apetencias de ocupar el liderazgo de la oposición es, ciertamente, un exceso que corre por cuenta de quien lo firma. En todo caso, podrá afirmarse que ante tanta ausencia de calidad institucional y de gestos de grandeza, las virtudes del Cardenal se agigantan. Su preocupación ha sido siempre religiosa y social. A Bergoglio le duele el país, como a su tan querido Leopoldo Marechal. Le duelen los chicos de la calle, los excluidos, las familias en crisis, los desocupados, los jóvenes de Cromagnon… La religión para él es parte fundante de la persona y la comunidad. No es un fundamentalista, es un creyente.
Que le preocupe la política nacional y porteña habla, en todo caso, bien de él, y no mal. Es un ciudadano, es un dirigente social que vislumbra ante él un panorama fragmentario y más o menos larvadamente violento. Que su fuerte personalidad suscite preocupación en el gobierno no sorprende. Es probablemente el adversario más temido. Que suscite también cierta inquietud en algunos obispos, resulta igualmente poco sorprendente: podría verse limitada la colegialidad ante lo que se presume como excesiva autoridad.
Bergoglio tiene los rasgos de un hábil estratega y de un líder silencioso. Diría Manuel Gálvez que, como Yrigoyen, en el silencio y la concentración encuentra nueva fuerza. Pero el Cardenal sabe que ha sido llamado a ser “pastor y maestro”, que su misión es de unidad y de diálogo. Él mismo se definiría como “hombre de frontera”. Podrá gustar o no su estilo, podrá juzgarse intervencionista o no su acción. Está sujeto, como todos los hombres, a la amenaza del error y a las múltiples tentaciones. Pero, guste o no, Bergoglio es referente en nuestra sociedad.

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